El último toro del Pasmo de Triana

Un disparo seco, callado por el ruido de un motor, retumbó en el despacho del Cortijo Gómez Cardeña. El Pasmo de Triana, acababa de matar a Juan Belmonte. Fue un 8 de abril de 1962, a pocos días de cumplir los setenta años un 14 de abril, al que nunca llegó.

Del 72 de la calle Feria, Juan Belmonte vivió una infancia marcada por el hambre y la miseria, debiendo ayudar a su padre en su negocio a temprana edad. Dejó el colegio, pero eso no le impidió ser una persona culta, como más adelante descubriremos. De la feria, se mudó aún siendo un niño a Triana, barrio con el cual se sentirá identificado y dónde comenzará su afición por el toro. Vivió entre la calles Castilla y la Plaza del Altozano. Buscando un porvenir en el arte de la lidia, tomando la alternativa en 1913, un año después de que lo hiciera José Gómez, Gallito. Fracasó en su debut en la Maestranza, no dandole las glorias que él deseaba, pero su constancia y el hambre pudieron con el miedo que le tenía en sus inicios al toro, como relató a Manuel Chaves Nogales, en una de las mejores biografías del torero, Juan Belmonte matador de toros. Alcanzó joven el éxito por sus enfrentamientos con Gallito, que le ascendieron al Olimpo de la tauromaquia convirtiéndose en una de las mejores figuras de la historia de los toros.

Juan Belmonte y José Gómez en Madrid.

Gusta el enfrentamiento entre ambas figuras de la edad de oro del toreo, pero la rivalidad no fue mas allá que la del ruedo y los pitones del toro. Eran amigos en la intimidad como se ha podido saber, a pesar de que los aficionados estuvieran enfrentados, partidarios de Belmonte y partidarios de Gallito. Tanto trascendió esta amistad fuera de los ruedos, que compartían amistades y compañía en sus viajes. Dicen que Belmonte no volvió a ser él mismo desde la fatídica tarde de Talavera, donde su amigo José, expiró como el Cristo al que Juan le rezaba. Quebró la temporada del diestro y el genio se sintió huérfano de otro genio.

Juan Belmonte en plata, Zuloaga, 1924.

De carácter introvertido, callado, misterioso, con una fuerte personalidad y un hombre culto, así lo han descrito los que lo conocieron. Muy relacionado con los autores de la generación del 98, miembro de la tertulia de la calle Sierpes, los Corales, se rodeó de escritores y artistas de la talla de Hemingway, Ortega y Gasset, Valle Inclán Romero de Torres o Zuloaga, el cual le realizó varios retratos. Gustaba de realizar fiestas y tertulias en su cortijo rodeándose de libros y cultos amigos.

Tal día como hoy, disparó su pistola, en un suicido romántico, no por amores si no, por la meticulosa manera de proceder a el. A mi, siempre me gusta recordarlo en el salón de su casa o en el estudio, bajo la atenta mirada que pintara Zuloaga, de aquel torero que fue, mientras envuelto entre volutas blancas del humo de un habano, se perdía entre las hojas de cualquier libro que cayera en sus manos.

«Existe una identidad entre el amor y el arte, en ninguna de las dos cabe la voluntad», Juan Belmonte.

¿Te has quedado con ganas de conocer más acerca de Belmonte?, puedes andar tras sus pasos por la ciudad en uno de nuestros próximos itinerarios o disfrutar de alguno de nuestros servicios culturales, no dudes en contactar con nosotros.

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